Existe grandes diferencias entre la manera de vivir de un creyente, con la manera de vivir de un incrédulo. El incrédulo está enfocado en las cosas de este mundo, su diario vivir gira en torno a su «yo», y sus propios placeres. Su entendimiento está entenebrecido, y por consecuencia, su corazón está endurecido siendo así insensible a las cosas de Dios. Estas características mencionadas son aquellas que describen a todo incrédulo. Así éramos todos antes de Cristo (según el pasaje en el que meditaremos a continuación) pero ahora, dice Pablo, nosotros, los que hemos sido salvos por gracia, nos hemos despojado de dicha manera de vivir. Esta es la vida que se contrapone a la carne: la vida nueva en Cristo. Acompáñanos en este nuevo sermón, y déjanos tu comentario, y comparte con otros de este sermón.