La adoración genuina a Dios, transciende un ritmo musical, o un acto particular de la liturgia eclesiástica. La adoración es vivir para agradar a Dios haciendo su voluntad. Esto podemos ver en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Es precisamente aquí, donde Jesús después de revelarnos que el Padre está en busca de verdaderos adoradores, que no vemos a la mujer cantando, o tocando un instrumento, sino siendo portavoz del mensaje de Salvación a otros. ¿Qué aprendemos aquí, entonces? Que predicar el Evangelio de Jesucristo a los perdidos, es un acto de adoración genuina que el Padre anda buscando que le adoren.
Te invitamos a exponerte a la continuación del sermón anterior, y veamos, cómo, a la luz de Juan 4. 27 – 42, Jesús nos muestra cómo adorar va más allá de un estilo de música particular.